lunes, 5 de septiembre de 2022

FORMACIÓN , INFORMACIÓN, HABILIDADES, VALORES.

 Cada nuevo curso, al comenzar las clases, quedamos inmersos en la vorágine y el trasiego  que desatan los nuevos grupos de alumnos formados por los antiguos más las recientes incorporaciones. El incesante ir y venir de todos, de unos espacios a otros,  explorando las reformas y novedades, así como las viejas y nuevas ubicaciones. Las dedicadas a sala de profesores, sala de usos múltiples, biblioteca, sala de música, de dramatización, taller de manualidades, taller de tecnología, gimnasio, patios de recreo y pistas deportivas con sus campos de futbito, canchas de baloncesto y esas otras zonas al aire libre donde habilitamos semilleros,  terrarios, el jardín de clase, huerto escolar… y  por supuesto lo que no puede faltar: los últimos esfuerzos del profesorado por ultimar los nuevos proyectos y programaciones, ajustar los contenidos y celebrar las reuniones que se necesitan para el buen funcionamiento de los departamentos, ciclos, niveles, etapas, claustros…  



Preparar las pruebas de inicio de curso, a las que sin solución de continuidad seguirán los controles, preevaluaciones y evaluaciones; y, sin apenas tiempo para la reflexión y el autoanálisis, dejando a un lado la más de las veces la poca importancia que le damos a espacios horarios que sin lugar a dudas tienen un enorme peso específico en el buen hacer educativo de los discentes como son la hora semanal de tutoría, la hora de ética o de formación para la ciudadanía, que completando los horarios atienden sobre todo y sin ningún género de dudas al aspecto formativo dentro del ámbito educativo. 

La educación abarca dos procesos complementarios informar y formar. Informar es suministrar conocimientos, instruir. Para muchos educación e información es lo mismo, porque con el vocablo educación se hace referencia sólo y exclusivamente a la transmisión de conocimientos. Para mi, el binomio educación-información o instrucción, es un concepto sesgado, incompleto; pues  le falta lo que nos hace ser persona, lo que nos imprime carácter, lo que moldea nuestro savoir-faire, nuestra personalidad, que no se consigue más que con el segundo proceso mencionado en este escrito: la formación. 

Formar, abarca un campo más amplio y engrandece al mero proceso educativo pues debe llegar a todos los ámbitos de la vida. La formación potencia en el individuo en primer lugar una serie de habilidades o destrezas y en segundo lugar genera en él, unos principios o valores. Habilidades, destrezas, aptitudes especificas que se necesitan para unas actividades o actividad en concreto ya sean estas de índole física, mental o social. 

En cuanto a los valores, que son los principios, virtudes o conjunto de cualidades que caracterizan a una persona o grupo social, no son más que una serie de pautas de comportamiento o principios por los que se rigen las personas, los grupos sociales o la sociedad en general. Entre estos valores podemos destacar: el amor, la bondad, la empatía, la paciencia, la gratitud…


Amor. Es el valor por el que afloran sentimientos de afecto, hacia tus semejantes  a los que se les desea todo lo bueno. Es también un sentimiento de afecto, de atracción emocional y sexual  hacia una persona con la que se desea una vida en común. 






Bondad. Es un valor humano que no es más que la Inclinación natural a hacer el bien.


Compasión. Es un valor que te produce un sentimiento de tristeza, de solidaridad, que te impulsa a aliviar, remediar o evitar el dolor o sufrimiento ajeno produciendo consuelo y bienestar al que sufre. 


Comprensión. Es el valor que te capacita para saber escuchar, interesarte por los sentimientos de los demás sin juzgar, ni ridiculizar. El valor que te hace ser tolerante con los motivos o razones de otros. 


Disciplina. Es el valor que nos lleva a esforzarnos de forma permanente y sistemática en mantener una línea conductual para conseguir unas metas o propósitos. Una persona disciplinada es ordenada en sus hábitos con autocontrol y responsabilidad.


Empatía. Es el valor que te capacita para ponerte en la situación de un semejante. Es sentir y padecer con el otro u otros. 





Equidad. Es el valor que consiste en dar a cada uno lo que se merece atendiendo a sus méritos o condiciones con independencia de sexo, raza o religión. Que hombres y mujeres, blancos, negros o amarillos, tengan las mismas oportunidades. 







Gratitud. Es un valor que te lleva a agradecer un bien recibido ya sea este espiritual o material; es un sentimiento, emoción o actitud de reconocimiento del beneficio que se ha recibido o se espera recibir. 






Honestidad. Es el valor que te lleva a ser decente, razonable, justo, recto, integro en el obrar. 


Humildad. Es el valor que te capacita para reconocer y medir tus propias limitaciones y debilidades. 


Libertad. Es el valor que te faculta a  actuar según tu criterio, razón y voluntad sin más limitaciones que el respeto a la libertad de los demás y sin coacción u opresión por parte de otros. 


Paciencia. Es un valor que te capacita para sufrir y tolerar adversidades o cosas molestas con fortaleza. Te confiere calma y tranquilidad para saber esperar.





Perdón. Es un valor que nos libera de sentimientos negativos, rencores, resentimientos, enojos… en definitiva es cambiar conductas destructivas hacia el que nos ha dañado o daña por otras constructivas. 





Sinceridad. Es el valor que te lleva a ser honesto y directo, libre de fingimiento. 






Tolerancia. Actitud que te lleva a respetar las opiniones de los demás aunque no coincidan con las tuyas.


Son muchos más valores los que debemos potenciar en nuestro alumnado, sirvan como muestra los que anteceden a este párrafo que semanalmente, sobre todo en la hora de tutoría, deberemos potenciar y revisar a lo largo de cada curso. 

El cómo trabajar con el alumnado todo esto, es una labor de todo el profesorado y principalmente de los tutores dentro de la horas de tutoría que dejo para otra ocasión.