miércoles, 11 de abril de 2018

¡CREEMOS EN NUESTRO SISTEMA EDUCATIVO? Parte 4.

¿Es todo programar e impartir clases?
Continuando con el análisis, vemos que el profesorado tiene que atender  no sólo a programar e impartir la asignatura o asignaturas que tenga en su horario, sino que al estar nuestro sistema educativo plagado de exámenes, léase, controles semanales o quincenales, preevaluaciones y evaluaciones con  todo lo que esto conlleva, pues, a parte de los informes que deben presentarse a la administración, hay que elaborar y asistir a las reuniones del propio Centro; como son: Claustros, Reuniones de Departamentos, Juntas de preevaluación y evaluación, Consejos de dirección, Consejos escolares… elaborar  informes colectivos e individuales,  planificar la atención a la diversidad, atender las visitas de padres…etc.

Mucho más que un ingente papeleo.
Con todo lo expresado anteriormente, estamos ocupando al profesorado en una ardua tarea evaluativa, en un trasiego ingente de papeles y de informes, sin llegar a  las múltiples facetas que la tarea docente  nos presenta en el día a día y que podéis ver en: El día a día de los profesores explicado de forma magistral con cuadros clásicos.
Dejando aparte la extensa información que nos aporta el vínculo  y siguiendo con lo que estábamos desarrollando, vemos que en el fondo toda esta tarea evaluativa y administrativa, no sirve más que para ver y por supuesto informar qué es lo que los alumnos han aprendido.  Si ahondamos un poco más nos damos cuenta que todo queda en: se hace el examen, prueba o control, se corrige y se devuelve a los alumnos para que los padres lo firmen y éstos lo devuelvan al profesor.
Si todo se queda en este ir y venir, pues nos apremia seguir con el programa, es un gasto de energías considerable para sólo reflejar en un papel quienes lo han o no superado mientras  abandonamos otras tareas fundamentales para la formación integral de los alumnos.

¿Aprender, vomitar, olvidar y eliminar?
No tiene sentido que el profesorado esté controlando continuamente y eliminando materia para cumplir el programa en su totalidad. Ni por supuesto, que el alumnado aprenda unos contenidos, los vomite y los olvide.
Si se aprenden unos contenidos, se vomitan, se olvidan y se eliminan. ¿Qué es lo que estamos haciendo?

Fabriquemos un nuevo sistema educativo.
Se aprende a través de la experiencia, y tras la experiencia, reflexionando con los alumnos sobre lo que hemos hecho, para qué lo hemos hecho y sacando las conclusiones de lo que hemos aprendido.

construir estos instrumentos supone la participación de los
departamentos de música, plastica, tecnología...

Con esto se consigue que el aprendizaje sea completamente significativo. A este proceso se le conoce con el nombre de “metacognición” más allá del mero dato o el mero concepto.
No trabajaríamos las asignaturas encajonadas en departamentos estancos, sino que los proyectos o retos a realizar, al ser multidisciplinares, tendrían que ser llevados a cabo por varios departamentos.
Si lo hacemos así, aprender sería divertido y con sentido. Todos los juegos, los retos, los experimentos, los proyectos  y los enigmas estarían diseñados por especialista para un aprendizaje significativo.  Con ellos, los alumnos descubrirían la utilidad de los conocimientos para resolver cualquier desafío.  Los profesores, acompañantes y guías.


La información necesaria y el aprendizaje teórico que completan
los distintos departamentos atienden a una formación integral.

No habría sólo aulas, sino talleres. Habría rincones temáticos, Habría  espacios diáfanos, acogedores y cálidos en lugar de claustrofóbicas aulas atestadas de pupitres. Sería un lugar al que todos, tanto alumnos como profesores, iríamos con ilusión en lugar de con desgana, incluso hastío.


¿Sabéis que dijeron los alumnos a la profesora de la encuesta?

Al referirles todo esto,  ¿Sabéis lo que me dijeron mis alumnos al oír como  sería el colegio con el que sueño?

–Seño, ¿Por qué no montas tu propio colegio?

–Te quedarías sin plazas corriendo.

–Todo el mundo querría ir a tu colegio.

– ¡Vamos, yo iría!

– ¡Y yo!

– ¡Y yo!

– ¡Y yo!

Lo decían con ilusión.


El sistema educativo está obsoleto. Las leyes educativas, más inestables que la nitroglicerina, no ayudan a los docentes. Entorpecen su trabajo obligándolos a perder el tiempo que deberían dedicar a diseñar o adaptar actividades y proyectos para sus alumnos, en absurdos papeles que no les sirven, ni sirven a sus alumnos, ni sirven a nadie porque nadie los lee. Lo que realmente les sirve a los alumnos es lo que compartimos con ellos cada día y no lo que escribimos en los absurdos papeles; programaciones, unidades didácticas, actas de reunión, informes individualizados, adaptaciones curriculares y un largo etc.

El profesorado ve sobre todo  en Secundaria como año tras año se degrada el comportamiento, el interés por las materias y la consideración hacia el cuerpo de profesores en general. En la franja comprendida entre 11 a 14 años, interrumpen constantemente, se levantan de su sitio sin motivo justificado, charlan… creando un clima nada favorable  en el que el profesorado pasa más tiempo haciendo de policia, detective o juez que dando clase, por lo que a duras penas puede exponer y terminar lo planificado.  Al salir del aula roza el agotamiento, la frustración  cuando no sale con dolor de oídos, de cabeza y de garganta.

 

¿Hay un sólo culpable?

¿Fracaso escolar? Pues claro.  ¿Mala educación? También.  ¿De quién es la culpa? ¿De los niños?¿De la televisión? ¿De internet? ¿De los videojuegos?¿De los profesores? ¿De las familias? ¿De las leyes? ¿De quienes hacen las leyes? El colegio es un rollo. Hagamos una escuela que ilusione a los alumnos. Hagamos una escuela en la que crean  los profesores. Hagamos una escuela en la que confíen las familias. Hagamos una escuela del siglo XXI.


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