domingo, 10 de mayo de 2015

Ritmo, acento y compás.

 Ritmo, acento y compás

Hemos recorrido un largo camino para conseguir plasmar por escrito la música. A lo largo de todos estos siglos hemos pasado por distintas grafías entre las que caben destacar cuatro nomenclaturas: la alfabética,  la neumística, la cuadrada y por último la escritura redonda.

Dentro de éstas, han adquirido especial relevancia los modos.  los modos rítmicos a los que me referiré mas adelante, y los  medievales o gregorianos que partiendo de la concepción del tetracordio griego, nos han llevado hasta el  sistema tonal en el que sólo tienen cabida  los modos mayor y menor.

Por último cabe destacar la música seriada, la dodecafónica, la atonal  y las nuevas grafías que aplicadas en un principio a algunas composiciones en concreto y a un instrumento o instrumentos en particular, están abriendo nuevos espacios no sólo en la interpretación sino en la forma de expresar por escrito las nuevas creaciones.

En los modos rítmicos adquirían gran importancia para su clasificación los valores largos y breves que dependiendo de su frecuencia, alternancia y ordenamiento daban origen a seis modos rítmicos que iban desde el tróqueo al espondeo y pirriquio.






Los modos en el medioevo estaban determinados por la situación de los semitonos y por la extensión de las melodías. Existieron cuatro modos auténticos y cuatro plagales.

Los modos a los que me estoy refiriendo son los denominados Protus o  modo primero, Deuterus o modo segundo, Tritus o modo tercero y Tetrardo o modo cuarto. Dependiendo de la situación de los semitonos y de su nota base quedaban establecidos los ocho modos: Protus auténtico, protus plagal, Deuterus auténtico, deuterus plagal… 

La notación musical redonda y los compases.


A partir del siglo XVII,  entre  1.650 y 1.750,  se fijo el sistema de notación musical tal y como  hoy lo conocemos. Dicha  notación es la sucesora de la denominada notación cuadrada; siendo conocida a partir de entonces y hasta nuestros días como notación redonda.

Se define el compás desde ese momento como la división de una serie de notas en tiempos de igual duración y la barra de compás que no comenzó a usarse hasta finales del siglo XVII, en un principio fue orientativa sobre todo para el músico que realizaba una lectura simultánea de varias melodías. 

En esta definición no se hace referencia alguna al acento pero al referirse a una serie de notas que por fuerza representamos con figuras musicales con distintas duraciones si se halla implícita una referencia al ritmo.

El ritmo se encuentra en todo; en la propia naturaleza, en los seres vivos y en todas las tareas y funciones vitales que estos realizan. En el día y la noche; en nacer, crecer, reproducirse y morir; en las pulsaciones del corazón; en las estaciones del año, en los desplazamientos de cualquier ser vivo; en la respiración… en todo lo que podemos observar y realizar en la naturaleza hay ritmo. Por lo tanto en cualquier serie de notas o  seriación de sonidos, que no son mas que melodías, se encuentra implícito el ritmo; el de sus distintas valoraciones.

El compás como agrupación de pulsos.


Con el discurrir de los años, la barra de compás se convirtió en un poderoso regulador rítmico que agrupa un conjunto de pulsos y los divide en partes o tiempos con al menos un acento musical.






El compás no ha sido indispensable hasta la aparición de la música polifónica. En la música homófona, en la que las diferentes melodías o voces suenan nota por nota a la vez en todas ellas, no es tan necesario el compás como en la ejecución de una obra polifónica a varias voces.

En una obra polifónica se necesita un sincronismo de estas voces pues a parte de las distintas valoraciones de cada melodía es imprescindible determinar cuando debe entrar, hacer una pausa o finalizar cada una de ellas.







El acento.


El acento, es la parte o partes en la que se apoya una secuencia rítmica o melódica con distintas intensidades. Podría decirse que es la pulsación o pulsaciones que dan carácter a las secuencias rítmicas o melódicas de cualquier tempo musical.

Son  comparables al conjunto de sístoles y diástoles del corazón de un ser vivo que el intérprete expresa a lo largo de la ejecución de cualquier obra musical. Las percibimos como algo que imperceptiblemente suena más o menos fuerte. Al igual que en las palabras, en la música,  observamos los acentos. En cualquier audición, primero localizamos el pulso y después, notamos que algunas de  esas pulsaciones suenan con más o menos fuerza: estos son los acentos musicales.


Medición musical y teología.

    
Los teóricos de la música mensurábilis aplicaron criterios “matemáticos-teológicos”  en el que la importancia del número tres, se relaciona con la teología pues el numero tres, para los teóricos de ese tiempo, indicaba el misterio de la Santísima Trinidad, y la medida musical ternaria era la perfecta porque el número tres, es el número perfectísimo  tomando este nombre (tres) de la “Santísima Trinidad” que es la verdadera perfección.

Se emplearon signos para indicar los distintos compases. El círculo para indicar las divisiones ternarias o “perfectas” ya que el círculo al no tener principio ni fin es la figura perfecta. Un círculo incompleto una “C” se utilizó para indicar el ritmo binario  o  “imperfecto”. Este símbolo, la “C”  ha llegado hasta nosotros para indicar el compás de compasillo o compás de cuatro tiempos.

El cómo introducir al alumnado en todo esto, sería cuestión de otra entrada, pero en resumidas cuentas,  se deberá realizar mediante el análisis de frases cortas y estrofas preferiblemente de arte menor, contando el número de sílabas de sus versos y determinando el tipo de rima: si esta es asonante o consonante.

Una vez realizado lo expuesto en el párrafo anterior confeccionaremos el esquema rítmico y elegiremos el compás que venga mejor a  los referidos textos o versos.


Espero una vez más abrir vías para trabajar con el alumnado conceptos tan importantes como pulso, ritmo y acento.