lunes, 5 de noviembre de 2007

Evocando a Generoso; el conserje del Colegio.


No se si tenía uno o dos perros. Creo que eran dos. Nunca me los presentó; al igual que a mí, creo que no se los mostraba a nadie. El caso era que cuando el último alumno abandonaba el colegio y mas tarde el Director, Jefe de estudios, Secretario, o algún profesor que se quedaba rezagado se despedía con el consabido ¡Hasta mañana Generoso! Una leve sonrisa acompañada de un hasta mañana con una voz suave, tenue, de timbre oboeizado en un registro medio salía de aquel cuerpo de estatura media mas bien baja, oyéndose a renglón seguido, como una de las hojas de la última cancela de hierro que quedaba por cerrar, golpeaba contra la otra, vibrando todos los barrotes en un trémolo prolongado; y de seguido, rechinaba en su inicio el cerrojo deslizándose suavemente por la parte engrasada hasta finalizar su recorrido en un golpe seco. Luego, el ronroneo del motor de nuestro coche nos envolvía y protagonizaba junto con el locutor de la emisora de radio sintonizada y los temas musicales de actualidad nuestra vuelta a casa.
Si la despedida había sido por la tarde, después de finalizar las actividades extraescolares y si nos iba invadiendo el crepúsculo o ya nos tenía según la época del curso sumidos en una total oscuridad rota a retazos por la tenue luz de las farolas, soltaba a los perros y desaparecía engullido por la pequeña puerta que daba acceso a su vivienda situada a la izquierda de la amplia cristalera que nos introducía en las diversas dependencias del Colegio al abrigo del porche de la puerta principal.
La cristalera daba a un ancho pasillo o distribuidor encontrándote en la pared, de frente, los tablones de anuncios que se hallaban flanqueados por dos escaleras laterales por las que se llegaba a los laboratorios y aulas que se ubicaban en las dos plantas superiores.
Nunca tuvimos problemas de robos o asaltos a las aulas. Una vez cerradas las cancelas y sueltos los perros, nadie se atrevía a entrar en el colegio. Si algún profesor olvidaba algo, aunque tuviese llave, le daba una voz. ¡Generoso! y allá que aparecía él, recogía a los canes y te franqueaba la entrada.
Generoso, era un hombre más bien callado. Hablaba poco. No era sólo el conserje, era el mantenedor del edificio. No había persiana rota que él no arreglara, cisterna de los servicios que fuera de control nos inundara, puerta que no funcionara, cerradura que no reparara, grifo que se saliera... encerado en mal estado que no pintara, desconchón en la pared que no tapara... en fin: gracias Generoso por haber cuidado de que todo estuviera en buen estado a pesar del poco cuido que teníamos casi todos los que usábamos las distintas instalaciones del Colegio.
Allá donde estés, una y mil veces gracias, Generoso.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Amigo Cristobal, me parece fantástico tu blog. Es bonito, instructivo y emotivo. Hace honor al su autor. Adelante,viento en popa a toda vela. Una saludo.
Manolo Haro.

Anónimo dijo...

Amigo Cristobal, me parece fantástico tu blog. Es bonito, instructivo y emotivo. Hace honor a su autor. Adelante,viento en popa a toda vela. Un saludo.
Manolo Haro.

Ahora mejor.

Anónimo dijo...

Amigo Manolo: perdona que no te haya agradecido hasta ahora tus elogios y aliento en esta nueva aventura que he iniciado debido a mis escasas tablas en este medio.Mas vale tarde que nunca; y para que no caiga en hueco, desde ese mismo día me puse las pilas y me lance a esta tarea.
Espero que estas pilas sean de larga duración y tengan la energía suficiente para poder desarrollar y compartir con todos al máximo lo que durante toda una vida dedicada a la docencia he conseguido hacer mío. Si lo logro habré satisfecho un nueva inquietud,mi actual deseo.
Un abrazo.