Antes de dar a un grupo de alumnos un material para trabajar aspectos concretos de una materia o asignatura, previamente tendremos que ofrecerles unas razones que aclaren su utilidad, otras que justifiquen la finalidad de su existencia y por último también unas pautas para trabajar con él. Deberemos explicar a los alumnos con independencia de la edad en que comencemos a manejarlo el “por qué”, el “para qué” y “por qué en ese momento” nada debe imponerse a la fuerza.
Les presentaremos el material y con un sencillo ¿Qué os parece si….? Invitaremos a los alumnos a formular unas normas para su utilización antes de entrar en contacto directo con él y proceder a su manipulación. Estas normas deben surgir de los propios alumnos, confeccionarse con la participación de toda la clase y perfeccionarse con el uso. Moderaremos y dedicaremos al principio sin prisas el tiempo que sea necesario para este menester; ya que al surgir de ellos la normativa que va a implantarse en la clase, tendrá mucha mas efectividad que si la impone el profesor. Lo que parece una perdida de tiempo en un principio después se traducirá en un gran avance a pesar de las revisiones.
Una vez aprobadas estas normas y puestas en práctica deberemos revisarlas constantemente y ver que tal funcionan. Semanalmente sería un periodo ideal para revisarlas. Esta revisión tendría lugar en la clase de tutoría después de la reunión de nivel en la que el tutor habrá sido informado por el resto del profesorado que entra en ese aula, de la marcha e incidencias en las distintas asignaturas.
Sólo se revisará la marcha de un grupo-clase y siempre al final de la clase de cualquier asignatura por cualquier profesor que no sea el tutor, dedicándole a lo sumo de 10 a 15 minutos cuando haya una razón de peso que así lo aconseje. Ningún profesor actuará en su clase de forma que deje obsoleta la clase de tutoría.
Todos los profesores que entren en el aula deberán cumplir y hacer cumplir las normas generales a nivel de Centro o a nivel de clase y las específicas de su asignatura dependiendo de las características concretas del material que se vaya a usar.
La familia debe ser conocedora de las normas generales del Centro para que así incidan desde casa en los aspectos fundamentales de la educación de sus hijos.
La diferencia de criterios y aplicación de normas distintas, así como nuestra actitud ante determinados comportamientos sin ajustarse a un denominador común por parte de los profesores que entran en un aula, perjudica claramente al grupo-clase y a la relación de éste con los docentes. Extrapolando el párrafo anterior a toda la comunidad educativa hay que decir que si entre el Centro con su claustro de profesores, los Ayuntamientos, los alumnos y la familia no existe la empatía que demanda el proceso educativo, se perjudica claramente la relación de éstos con los docentes y el Centro.
Sería muy importante que todo lo referente a las normas fuera revisado por el tutor en la clase de tutoría de acuerdo con el resto de profesores. De estas revisiones en las que el grupo-clase analiza el funcionamiento y en las que se suprimen normas por obsoletas o bien se llega al estudio de sanciones por el incumplimiento de las mismas, depende el buen funcionamiento de la clase.
Si existe unidad de criterio en el profesorado, se valora lo que los alumnos deciden para la buena marcha de la clase en su justa medida y se actúa en consecuencia, afianzaremos más la seriedad del proceso.
Como profesores, tenemos que sacrificar esa predisposición a cumplir la programación por encima de todo, característica en la mayoría de los casos “del profesor de la asignatura”, que no nos ayuda nada a impartirla sino más bien a crear tensión y ansiedad tanto en el propio profesor como en el alumnado. Del no voy a llegar, al tengo que darles hoy, o bien: deberíamos haber trabajado... o el… nos queda sólo tanto para… no vamos a sacar absolutamente nada. A nuestro pesar deberemos tratar de cambiarnos el Chip pues antes que profesores de cualquier materia deberemos ser “EDUCADORES” y tener presente que nuestra misión es formar e informar. Todos y no sólo el tutor deberemos ser los que trabajemos en este sentido, de esta forma conseguiremos que no halla “asignaturas Marías”, que todas ocupen un lugar importante en la formación del alumnado.
Una vez recorrido este camino previo, indispensable, podremos dar clase de la asignatura que sea, usar adecuadamente el material que hallamos elegido logrando que la enseñanza de cualquiera de ellas, sea más dinámica, mas participativa, más activa.
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