¿Hacia dónde vamos
y por qué?
Algunos políticos tachan de radicalismo a todos aquellos
que no piensan como ellos y toman
decisiones que afectan o pueden afectar al hábitat político-económico donde están acostumbrados a
desenvolverse.
Es aún más radical el ver radicalismo en todos los que
ofrecen nuevos caminos, fórmulas distintas a las empleadas hasta ahora que sin
duda entrañan riesgos. Riesgos que hay que asumir cuando lo existente no llena ni satisface a
una mayoría ciudadana desencantada y no votante que llega al 40% y a otra mayoría dividida votante y disconforme
que sumada a la mayoría de afines al proyecto político actual, completan el 60%
restante.
Las izquierdas divididas por cuestión de matices son a lo
largo de la historia y concretamente en la actualidad las formaciones políticas perdedoras. Deberán
en la actualidad hacer a un lado todo este cúmulo de matices, escapar de la
esclavitud doctrinal e ideológica y dedicarse a dar soluciones a los distintos
colectivos y personas más que a cuestiones
dogmáticas y de principios políticos si no quieren seguir en el bando de los que no
consiguen nada.
Educación, sanidad, trabajo... e incluso la democracia en general deteriorados.
La mayoría absoluta y la crisis que aún padecemos han contribuido
a que el partido en el poder sin ningún miramiento hacia su pueblo del que es
servidor, tome decisiones políticas, que entre otras causas nos han llevado a
perder una serie de logros sociales y laborales que fueron fruto de muchos años
de lucha de la clase trabajadora, dinamitando gravemente todos los sectores
entre los que cabe destacar educación, sanidad, justicia, agricultura… haciendo oídos sordos al malestar
de una gran parte de la sociedad y a sus innumerables críticas.
Y digo crisis que aún padecemos porque no son los
indicadores macroeconómicos los que marcan su finalización, sino la sociedad en
general que ve como su célula fundamental, la familia, aún sufre con el paro de
todos o algunos de sus miembros, con los desahucios, con empleos a tiempo
parcial y mal remunerados, con su escaso poder adquisitivo que las obliga a
dejar casi vacía su despensa para tener acceso a un poco de agua, gas y luz
para no ir dando tropezones y tiritones durante la noche.
No puedo dejar en el
tintero la época estival, donde poner ventiladores y acondicionadores que nos
hagan más llevadera las altas temperaturas que sufren con insistencia muchas
ciudades y pueblos de algunas de nuestras comunidades, es del todo impensable.
No quiero entrar ni por supuesto analizar algunas de las
facturas energéticas entre las que se lleva la palma la factura de la luz y la
cantidad de impuestos que la gravan.
Y digo dos párrafos mas arriba, un poco de agua, gas y luz
porque con ninguno de estos bienes podemos ser auto-generosos. Pues estar
todos los miembros de una familia en invierno desde que oscurece hasta
irse a la cama en una habitación, abrigados
y envueltos en mantas viendo la televisión y conectando un brasero o estufa de
higos a brevas, no es hacer un gasto generoso
ni despilfarrador de energía, esto es estar sumidos en la pobreza
energética.
Lo mismo puedo decir del agua y el gas si es con este
último con lo que calentamos el agua de la ducha; ésta tiene que ser rápida y
poco abundante si no queremos que la factura de uno y otro cercene toda
posibilidad de juego económico.
En un abrir y cerrar de ojos, lo que costó décadas en
conseguir, ha desaparecido como por arte de magia creándose un abismo aún mayor
entre pobres y ricos, habiendo crecido el número de pobres pero con la particularidad de que aún lo son más,
mientras que los ricos, cada nuevo día que continuamos en esta situación, van
siendo mucho mas ricos.
Trabajo y expectativas personales.
El trabajo
aunque indispensable y necesario ha dejado de ser un medio de realización
personal pasando a considerarse hoy, una actividad en un alto porcentaje,
alienante, carente de ilusión para los individuos, en el que no se alcanza la
posibilidad de promocionar ni en el campo profesional, ni en el social ni por
supuesto en el personal, ya que se da en él, un sometimiento a normas impuestas
para preservar intereses ajenos al propio trabajador.
Aunque a nivel
mundial las técnicas de producción y la automatización del trabajo han
contribuido a la reducción de la jornada laboral, concretamente en nuestra Nación-Estado, España, se mantiene una amplia jornada laboral, pues se considera más
importante por parte de la patronal la presencia del trabajador en su puesto de
trabajo que la efectividad de éste en una jornada más reducida.
Esto hace que
se dinamite la vida familiar, al no tener tiempo para ocuparse de los hijos, ya
que cuando llegas a casa éstos ya están dormidos y cuando te incorporas a él aún no se han levantado.
Tampoco se puede gozar de tiempo para dedicar a la pareja y el escaso del que se dispone, hay
que utilizarlo en faenas del hogar compartidas, comprar, cocinar, limpiar…etc.
Todo lo expuesto añadido al hecho de que los responsables
políticos ante problemas acuciantes y su solución miren hacia otro lado,
justifiquen lo injustificable, promulguen leyes que cercenan o limitan
cualquier movimiento de protesta ante situaciones que atentan contra la
dignidad de las personas, que las políticas empleadas vayan encaminadas a favorecer
a las entidades financieras, que se
blinden por los cargos que ostentan a cientos de ciudadanos otorgándoles
privilegios como el aforamiento, que prescriban muchos delitos a los que no se
puede por falta de recursos juzgar con diligencia…
Todo esto y mucho más, es lo que ha movido a
una gran parte de la ciudadanía a plantearse un nuevo modelo de sociedad y de participación en los problemas que nos
atañen habiendo dado lugar a la
aparición de partidos o fuerzas políticas emergentes con unos presupuestos y miras
distintas a las ya existentes.
¿De qué nos
extrañamos?
El cúmulo de despropósitos que nos baña, ha llevado a que
jóvenes y no tan jóvenes salgan del
letargo en que estaban sumidos y espoleados por agrupaciones y movimientos ciudadanos que propugnan formas y
fórmulas más democráticas para abordar la problemática social y laboral hayan dado lugar a nuevas formaciones
políticas a nivel nacional que se han constituido en partidos.
Estos partidos emergentes han sido ya un motor de cambio
no sólo social, sino también político; ya que han contribuido a que
planteamientos que con anterioridad eran
impensables, partidos en el poder los estén a su modo incorporando en sus
planteamientos públicos cara a las próximas elecciones.
El tiempo y el cumplimiento o no de lo prometido, una vez
conseguida su elección les dará o quitará la razón; todo lo demás es especular.
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