Cada línea y espacio del pentagrama toma el nombre del sonido que de esta forma le corresponde quedando todos y cada uno de ellos nombrados. Una vez aplicado este convenio, al colocar una figura musical en cualquier línea o espacio del pentagrama, toma ésta el nombre de la línea o del espacio en la que está situada, convirtiéndose de esta forma en un sonido con un determinado valor o duración. El valor de duración de cada sonido no es más que el que tiene la figura musical que ubicamos en la línea o espacio del pentagrama.
En un pentagrama que está formado por cinco líneas con los cuatro espacios que las separan no caben más sonidos que el mismo número de espacios y líneas que posee. En resumidas cuentas nueve sonidos; uno por cada línea cinco en total, más uno por cada espacio que son cuatro. Sumando las cinco líneas y los cuatro espacios nos dan un máximo de nueve sonidos.
Es costumbre utilizar al menos una línea adicional tanto en la parte inferior del pentagrama como en la parte superior. De esta forma añadimos no solo esta línea adicional sino dos espacios adicionales más. Uno por debajo de esta línea adicional y otro por encima con lo cual hemos sumado tres sonidos más en la parte superior del pentagrama más otros tres por la parte inferior con la línea adicional situada en la parte inferior siendo de esta forma quince sonidos los que podremos representar.
Al utilizar estas dos claves en los dos pentagramas tal y como aparece en la ilustración del principio de este artículo estaremos utilizando el ámbito sonoro que abarcan treinta sonidos. Tres octavas completas y cinco sonidos más que se inician en el "re grave" de la clave de fa en cuarta, figura que cuelga de la primera línea adicional de la parte inferior del pentagrama, hasta el "si agudo" de la clave de sol en segunda línea, figura musical que va sentada sobre la primera línea adicional de la parte superior del pentagrama en clave de sol.
Este último párrafo nos da idea del por qué se han dejado de utilizar modernamente el resto de las claves salvo la de "Do en tercera", que se usa en los estudios de viola y en la confección de partituras para este instrumento. En realidad esta reducción en el empleo y utilización del abanico de las siete claves, es debida al amplio campo sonoro que se abarca con el uso de estas dos, que hace engorroso y poco útil la utilización de todas las demás.
Ha sido durante mucho tiempo abordado el estudio de las claves como si no tuviesen que ver una con la otra; como si fuesen independientes; creando en los alumnos la idea de que cada una de ellas estaba en un compartimento o estanco distinto, habilitándolos de esta forma en el intelecto para trabajarlas sin conexión o relación alguna, generando así en el alumno/a una dificultad de inicio para su estudio y aprendizaje.
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