Año tras año
se cumple inexorablemente con exactitud el día en que dije adiós a mi vida activa en la docencia. Ya
han pasado diez años desde que celebré
con todos mis compañeros esa despedida aquel 24 de junio de 2004 y en la que me sumergí sin solución de
continuidad en una nueva dimensión. Desde ese mismo momento quedó establecida
la frontera que delimitaba y marcaba el
ser y el dejar de ser. La apertura hacia
una nueva etapa en la que supuestamente iba a descansar y dedicarme a otras
actividades que por lógica había tenido que abandonar o simplemente aparcar por
la falta de tiempo, que durante ese
amplio periodo de la vida en el que se
desarrolla la vida laboral, había tanto disfrutado como padecido.
Es bueno
recordar a la vez que agradecer a todos los compañeros sin excepción por el
extraordinario clima en el que día a día había podido desarrollar mi actividad docente.
El
buen ambiente de trabajo, comprensión, compañerismo y apoyo en los
momentos difíciles cuando durante los
dos últimos cursos sin aviso previo me encontré mermado en mis facultades físicas para
desarrollar mi labor al sufrir un I. A. M.
Este repentino padecimiento me hizo estar
apartado de la actividad docente casi seis meses, tiempo que tardé en
recuperarme. Al incorporarme, debido a mi delicado estado, me sentí
extraordinariamente arropado y protegido por
mis compañeros. Debo destacar y agradecer el desvelo y la preocupación de todos sin
excepción durante las horas lectivas, los
cambios de clase, las guardias de recreos, las guardias de
biblioteca…
El buen clima
que disfruté a lo largo de mi última
década como docente en el IES Cavaleri,
como con anterioridad también gocé de
ese buen ambiente de trabajo y
compañerismo en el denominado por aquel entonces C. P. Guadalquivir hoy día C. E. I. P. Guadalquivir, me lleva a pensar que en verdad
tuve una suerte extraordinaria al trabajar codo con codo con profesionales llenos de una humanidad encomiable.
Fue en ese día, cuando los compañeros tanto de un Centro como del
otro me dieron muestras de sincero
afecto y me manifestaron su reconocimiento valorando en la
parte que me correspondía el trabajo que compartimos en los distintos campos de la enseñanza.
Claustros, Departamentos, Tutorías, Niveles, distintas comisiones y juntas, así como en la amplia gama de tareas que
emanan del quehacer cotidiano en un Centro y que
van desde la vigilancia de recreos, guardias de biblioteca, atención a padres, tutorización de alumnos,
reuniones de padres...
Destacar no sólo
los momentos agradables que fueron muchos, sino también los duros y desagradables que surgen en el día a día, y
que en el plano de lo anecdótico durante la celebración, nos hizo sonreír y dar pie a algún que otro
comentario jocoso. Compartimos durante esa celebración a modo de
balance un cúmulo de detalles y situaciones provocadas por ciertos estímulos que en toda actividad educativa y por supuesto humana nos salpican enriqueciéndonos.
En la fotografía que precede a este párrafo podemos contemplar un abanico; detalle, que sugerido por mi esposa, distribuí entre los asistentes como recuerdo de este emotivo encuentro.
Mi
agradecimiento y sincero afecto a todos sin excepción. Mención especial merece
mi compañero y amigo Pepe González Paisano
por todo lo que luchó y trabajó
para que este homenaje tuviese lugar en un espléndido salón con visos de
gran celebración.
Mi
agradecimiento también al dueño de ese salón; a Cándido Lozano Romero,
compañero también de fatigas, que cedió no sólo el espacio donde celebrarlo sino que dotó
al evento de personal de cocina, camareros y discjockey durante la barra libre para que la celebración discurriese a gusto
del más exigente de los asistentes.