miércoles, 25 de junio de 2014

Despedida de la vida activa.

Año tras año se cumple inexorablemente con exactitud el día en que  dije adiós a mi vida activa en la docencia. Ya  han pasado diez años desde que celebré con todos mis compañeros  esa despedida  aquel 24 de junio de 2004  y en la que me sumergí sin solución de continuidad en una nueva dimensión. Desde ese mismo momento quedó establecida la frontera que delimitaba y marcaba el ser y el dejar de ser.  La apertura hacia una nueva etapa en la que supuestamente iba a descansar y dedicarme a otras actividades que por lógica había tenido que abandonar o simplemente aparcar por la falta de tiempo, que  durante ese amplio periodo de la  vida en el que se desarrolla la vida laboral, había tanto disfrutado como padecido.  






Es bueno recordar a la vez que agradecer a todos los compañeros sin excepción por el extraordinario clima en el que día a día  había podido desarrollar mi actividad docente.  El  buen ambiente de trabajo, comprensión, compañerismo y apoyo en los momentos difíciles cuando  durante los dos últimos cursos sin aviso previo me encontré  mermado en mis facultades físicas para desarrollar mi labor al sufrir un I. A. M.





 Este repentino padecimiento me hizo estar apartado de la actividad docente casi seis meses, tiempo que tardé en recuperarme.  Al incorporarme,  debido a mi delicado estado, me sentí extraordinariamente arropado y protegido por  mis compañeros. Debo destacar y agradecer  el desvelo y la preocupación de todos sin excepción durante las horas lectivas, los  cambios de clase, las guardias de recreos, las guardias de biblioteca…  

El buen clima que disfruté  a lo largo de mi última década como docente en el IES  Cavaleri, como con anterioridad  también gocé de ese buen  ambiente de trabajo y compañerismo en el denominado por aquel entonces C. P. Guadalquivir  hoy día C. E. I. P.  Guadalquivir, me lleva a pensar que en verdad tuve una suerte extraordinaria al trabajar codo con codo con profesionales  llenos de una humanidad encomiable.

Fue en ese día, cuando  los compañeros tanto de un Centro como del otro me  dieron muestras de sincero afecto y  me  manifestaron su reconocimiento valorando en la parte que me correspondía el trabajo que compartimos  en los distintos campos de la enseñanza. Claustros, Departamentos, Tutorías,  Niveles, distintas comisiones y juntas,  así como en la amplia gama de tareas que emanan del quehacer cotidiano en un Centro  y  que van desde la vigilancia de recreos, guardias de biblioteca,  atención a padres, tutorización de alumnos, reuniones de  padres...






Destacar   no sólo los momentos agradables que fueron muchos, sino también los duros y  desagradables que surgen en el día a día, y que en el plano de lo anecdótico durante la celebración,  nos hizo sonreír y dar pie a algún que otro comentario  jocoso.  Compartimos durante esa celebración a modo de balance un  cúmulo de detalles y situaciones provocadas por ciertos estímulos  que en toda actividad educativa y por supuesto humana nos salpican enriqueciéndonos. 




En la fotografía que precede a este párrafo podemos contemplar un abanico; detalle, que sugerido por mi esposa, distribuí entre los asistentes como recuerdo de este emotivo encuentro.  

Mi agradecimiento y sincero afecto a todos sin excepción. Mención especial merece mi compañero y amigo Pepe González Paisano  por todo lo que luchó y trabajó  para que este homenaje tuviese lugar en un espléndido salón con visos de gran celebración. 


Mi agradecimiento también al dueño de ese salón; a Cándido Lozano Romero, compañero también de fatigas, que cedió no sólo el espacio donde celebrarlo sino que dotó al evento de personal de cocina, camareros y discjockey durante la barra libre  para que la celebración discurriese a gusto del más exigente de los asistentes.